30/3/07

Un raro LP de Canaro


Por Carlos G. Groppa

Dado que lo que se narra aquí ocurrió en Hollywood, en una esquina de Sunset Blvd., puede pensarse que es una historia de película, incluso de película de ciencia-ficción. Pero no, es real, y aunque encierra cierto misterio, ocurrió.

-Necesito verte. Tengo una “perla” discográfica para ti -me dijo por teléfono “El Tony”, un extraño personaje llamado así no porque se llamara Antonio sino porque parecía un personaje de historieta escapado de la revista del mismo nombre.

Hecha la cita en el Café Ground Work de Sunset Blvd., mientras lo esperaba me puse a hojear un Times que había en la mesa de al lado. Al llegar a la página 4 se me acercó “El Tony” con un café en la mano y un LP bajo el brazo. Simpático y de palabra fácil, lo había conocido hace poco en este mismo café, por el que se dejaba caer de tanto en tanto.

Su inglés quebrado y el huirle al tema de como se ganaba la vida, me hicieron suponer que estaba ilegalmente en el país, pero nunca se lo pregunté a pesar de nuestra creciente amistad.

Después de sentarse y cambiar saludos me puso el LP que traía ante mis ojos.

-Aquí está la “perla”. La compré allí enfrente -me dijo señalando a Amoeba, la casa de discos nuevos y usados ubicada en la vereda de enfrente del café-. Me costó dos dólares... -agregó ufano como si hubiera comparado un Renoir por uno.

La “perla” era un LP titulado “Canaro en New York”.

-¡Pero si Canaro nunca grabó en New York!

-¿Y este disco, qué?

Efectivamente, el título del LP daba a entender que Canaro había grabado en New York. Dándolo vuelta, en la contratapa vi los títulos y autores de ocho tangos clásicos del repertorio de Canaro, el logo del sello editor Okeh -aunque distorsionado-, el mismo sello que editó las grabaciones de Ellington en la década de 1920, y un breve comentario casi biográfico de Canaro escrito por un tal Felipe Herrera quien mencionaba que el LP fue armado en base a discos de 78 rpm de su colección privada grabados en el Club Mirador de New York mientras Canaro actuaba en dicho local. No figuraba número de catálogo, pero sí que el diseño de tapa fue realizado por A. Vergara, e impreso en 1951.

-¿Tú ya escuchaste el disco, me imagino...? -le pregunté después de sacar el disco de la funda y comprobar su impecable condición, casi mint diría, que me hizo pensar que quizás fue escuchado una sola vez -¿acaso por el Tony?- y por nadie más.

-Sí. Y si estás pensando que es falso, te garantizo que es Canaro. No me cabe duda. Las grabaciones son en vivo, se oye murmullo de voces an el fondo, ruido de cubiertos... El Mirador, por seguro...

-Me lo prestas para escucharlo...

-Bueno... -titubeó.

-Te dejo mi reloj en garantía...

Me pareció bien que dudase de entregarme su “perla”, a la cual él podría ordeñar vendiéndosela a algún coleccionista oriental jugosamente. Pero pensándole mejor creo que no dudó de mí personalmente sino de la posibilidad de que yo escuchase el disco y le dijera una verdad que él no quería oír: que el LP era un timo. Al fin de cuentas, Canaro narra en sus memorias “Mis bodas de oro con el Tango” que debutó en el Club Mirador de New York en setiembre de 1926 con un contrato firmado en París para actuar durante ocho semanas, pero nada dice si grabó o no en New York. Claro que Canaro, en sus memorias miente como un buzo, y se las cuenta, como todo tío que cuentas sus memorias, muy a su favor.

No obstante el gesto de desconfianza pintado en su rostro, luego de varias recomendaciones de como se debe tratar un LP antiguo, Tony me lo prestó.

Ya en mi departamento, me serví un whisky, puse el LP en el estéreo y me senté dispuesto a disfrutarlo. Si lo que estaba oyendo era trucha estaba excelentemente truchado. El ruido ambiente de lo que parecía un concurrido restaurante se mezclaba quedamente con la orquesta de Canaro, o al menos con una que sonaba como la de Canaro.

Al oír el segundo surco me asaltó una duda. Esto es Hollywood, me dije sorbiendo un largo trago de whisky, y el ruido ambiente, como las risas en las comedias de televisión, se le pueden agregar a cualquier disco y luego remasterizarlo.

Para salir de dudas, llamé a Londres para discutir el asunto con Bruce Bastin. Bruce había editado para su sello Harlequin una serie de muy buenos CDs de orquestas de tango de la década de 1920 en base a discos de 78 rpm que le facilitó el coleccionista francés Alan Boulanger. Entre ellos, en 1998, el titulado “Francisco Canaro, 1924-1940" (HQ CD 117) (ver en Tango Reporter Nro 27, Agosto 1998, pág. 198, el comentario de este CD).

Y si bien algunos de los tangos de su CD estaban en el LP de Tony, como La mina del Ford y Talan... Talán..., mucho le llamó la atención a Bruce el hecho de que Canaro haya grabado en New York, a pesar de que recordaba, aunque vagamente dado el tiempo transcurrido, que un amigo de la infancia le había contado meses antes de la Segunda Guerra Mundial como conoció a Canaro cuando éste actuaba en París, y le había comentado que pensaba grabar en New York después que debutase en el Club Mirador.

Buena pista, pero ahí terminaba, ya que tratar de ubicar a algún amigo que pudo haber hecho Canaro en New York en 1926, algún mesero del Club Mirador, era imposible. Y de existir tendría alrededor de 90 ó 100 años. Es decir, ya ni de las propinas se acordaría.

Mi charla con John Schneider, un archivista de Columbia -casa grabadora poseedora actual de los derechos del sello Okay-, fue más productiva. A mi pedido hurgó en su computadora los archivos y encontró que el 25 de octubre de 1926 -o sea al mes siguiente del debut de Canaro en el Club Mirador-, estaba asentado en uno de los libros de registros de la grabadora la renta de un equipo portátil de grabación hecha por un tal Felipe Herrera. Perfecto. Este dato encajaba con lo impreso en el LP de Canaro: Felipe Herrera era quien escribió el comentario que figuraba en la contratapa del disco, y los 78 rpm que componían el LP eran de su colección privada pues él los había grabado en el Club Mirador. Pero esto fue otra desilusión, pues suponiendo que Felipe tuviera 20 años en 1926 cuando grabó los discos en el Club Mirador, cuando se editó el LP en 1951 tendría 45, y hoy en día 101. Es decir, otra pista perdida.

Aquí terminó mi pesquisa. Al fin y al cabo, ¡qué me importaba la autenticidad del LP que el Tony compró por dos dólares!

Di vuelta el LP en el estéreo y mientras me terminaba el whisky escuché la otra cara del disco. Y si para el Tony era un Canaro auténtico, para mí podría ser un timo muy bien hecho o un enigma para coleccionistas.

Sin cruzarse por mi mente, ni remotamente, la idea de sacar una copia -pirata, por supuesto- del LP, sólo escaneé la tapa y contratapa como referencia, y al día siguiente se lo devolví al Tony.

Mientras le contaba lo que me dijo Bruce Bastin, John Schneider y lo que narraba Canaro en sus memorias, Tony me volvió a mirar con la misma desconfianza que cuando le pedí prestado el LP.

-La verdad, si las grabaciones de este LP son auténticas, como tu bien dijiste el disco es una “perla”. De lo contrario no sólo es un timo, sino que el ruido de púa apesta y las voces de fondo distraen mucho. Por otro lado los ocho tangos del disco los puedes encontrar en un CD en mejores condiciones que los del LP -le manifesté sereno para no alarmarlo mucho-, y en ese caso tu LP vale menos, mucho menos de los dos dólares que pagaste por él. Pero para tu consuelo, si te interesa investigar más el asunto te voy a dar los teléfonos que un par de coleccionistas de tango en Japón, gente muy seria..., que te pueden validar la autenticidad del disco. O no, vaya a saberse. Ellos saben de las grabaciones de Canaro más que nadie, como que las tienen todas.

Si el Tony siguió mi sugerencia después que le dí los teléfonos prometidos, no lo sé, pero si en Japón no existe el LP o los 78 rpm de donde fueron sacados los tangos del LP, lamentablemente nadie puede recurrir al que me facilitó el Tony, ya que a los pocos días que se lo devolví, me enteré por un amigo común que lo deportaron. ¿A dónde? Nadie lo sabía, pues a nadie del café le había confesado su nacionalidad.

Si algún lector sabe de la existencia de este LP, o conoce a Tony, le rogamos que se comunique con nosotros a tango4you@aol.com. Quisiéramos verificar con algún entendido, aunque sólo sea por curiosidad, la autenticidad del LP “Canaro en New York”. Gracias●

20/3/07

Guillermo Fabian y sus portadas de TANGO Reporter


Es dibujante gráfico, estudio arquitectura en Tucumán (Argentina) en donde desarrolla su actividad profesional de arquitecto y dibujante.

Empezó a dibujar desde muy temprano, a la edad de 12 años, expone y dona posteriormente cuadros referidos al tango y otros temas varios a el “Club Amigo del Tango”.

Es fundador del grupo “Los Ilustradores” junto a los mejores representantes de cada área de las artes plásticas de Salta (Argentina). Con este grupo expone en diferentes localidades del norte argentino desde hace 10 años.

Como dibujante gráfico colabora y trabaja para diferentes revistas culturales de la Argentina y el extranjero, entre ellas la realización de las portadas de la revista Tango Reporter, que se edita en Los Angeles, California. Integra el grupo de dibujantes de historietas llamado UNHIL (Unión de Historietistas e Ilustradores) Tucumán (Argentina).

En la actualidad aparte de su trabajo como dibujante gráfico y arquitecto, está abocado al dibujo de tango y a la investigación gráfica de la mitología argentina.

Para más información sobre este artista escribir a dibujoseltumi@yahoo.com.ar o ver sus portadas de Tango Reporter en www.tangoreporter.com

10/3/07

Guillermo Divito, Rico Tipo, Chicas y tangueros

Por Carlos G. Groppa

Guillermo Divito fue el dibujante que con sus célebres "chicas" y un puniado de personajes cómicos moldeó la fisonomía cultural del Buenos Aires de mitad del siglo XX desde las páginas de su revista Rico Tipo.


Nacido en Buenos Aires el 16 de Julio de 1914 e hijo de un prestigioso médico, rechazó la carrera paterna, para seguir su vocación. En 1932 ya dibujaba profesionalmente en Sintonía, una revista dedicada a las estrellas de la radio, pasando luego a La Razón, El Hogar, Semana Gráfica, Crítica y finalmente a Patoruzú donde crea sus primeros personajes, "Oscar, diente de leche", "Enemigo del hombre" y "De tal palo tal astilla".

El nombre de Divito ("Willy" para sus amigos) toma vuelo cuando en 1940 crea "El Otro Yo del Doctor Merengue", indiscutido plato fuerte de su producción. Publicado en la revista El Hogar, su argumento giraba en torno al desdoblamiento freudiano del medido y educado Dr. Merengue, un hombre de buena posición, incapaz de reacciones violentas, en cuyo interior vivía su invisible "otro yo", un individuo desmedido y ruin que deja aflorar lo que realmente siente.

* Rico Tipo, el comienzo de una era

En 1944, un entredicho con Dante Quinterno, director de Patoruzú, lo decidió a intentar un nuevo proyecto, y renuncia.

La oportunidad se la brinda Mario Di Benedetto, duenio de la Cabania Santa Anita, la primera lechería "al paso" de Buenos Aires, quien satisfecho con los exitosos avisos publicitarios que le había creado Divito, le hace un préstamo de 30.000 pesos.

Con ese dinero, Divito alquila una oficina en Diagonal Norte al 800 y junto con los dibujantes Tonio Gallo, Pedro Seguí y Abel Ianiro, funda Rico Tipo, publicación que se convertiría en pieza fundamental del humor gráfico argentino.

Rico Tipo, que llegó a tener un tiraje de 350.000 ejemplares semanales, sale a la calle el 16 de noviembre de 1944, en una década pródiga en publicaciones humorísticas y talentos individuales.

Careciendo de rasgos localistas, cercana a la crítica de costumbres y lejos de la política, incorpora en sus páginas un humor desenfadado, picardía, fotos de jóvenes en diminutas mallas -muy atrevidas para la época-, comentarios audaces y por supuesto las "chicas" de Divito, criaturas inalcanzables similares a las vedettes del teatro de revistas.

Esa línea estaba en contraposición con los seguidores de Patoruzú, revista que desde hacía anios había logrado imponer un humor familiar y la elegancia de la ropa oscura, los chalecos a rayas, la perla en la corbata y los zapatos de brillante charol que llevaban los personajes del Coronel Caniones y su sobrino Isidoro.

Divito convoca, a pesar del enfoque netamente popular de su revista, a escritores y humoristas de renombre que jerarquizaron sus páginas. Allí estaban Conrado Nalé Roxlo ("Chamico") parodiando el estilo de los autores clásicos; Carlos Warnes firmando como "Napoleón Verdadero" y luego como "César Bruto", cuya pésima gramática atrae a gente que alardeaba de su cultura; Miguel Bavio Esquiú (ex jefe de la sección deportes del diario El Mundo) que con el seudónimo de "Juan Mondiola" satura de lunfardo sus escritos; Horacio Meyrialle que crea "Pichuca y yo"; Rodolfo M. Taboada ("Tomás Elvino Blanco") dándole vida a "De la fauna portenia"; Luis Alberto Reilly ("Billy Kerosene") escribe "El petiso Badaracco", y Raimundo Calcagno ("Calki") con sus comentarios de cine. Con estos escritores alternaron Américo Barrios, Abel Santa Cruz, y Mariano Juliá.

También colaboran con Divito varios de los mejores dibujantes del momento. T. Bourse Herrera, Roberto Mezzadra, José Luis Salinas, Adolfo Mazzone, Landrú, Fantasio, Oski, Cotta, y Calé, creador éste de la antológica sección "Buenos Aires en Camiseta". Más adelante se incorporaran Quino, Aboy y Rafael Martínez.

Y si bien las "chicas" caracterizaron a la revista, no fueron el único ingrediente. Junto a ellas desfilaron una serie de personajes que plasmaron con humor una galería de tipos argentinos. Divito crea Fallutelli, Bómbolo, Fúlmine, El Abuelo, y Pochita Morfoni. Mientras que Mazzone le aporta Piantadino y Fiaquini, Oski dibuja Amarroto y los Fotoskis, Landrú a Rogelio y La Familia Cateura, y Ianiro a Purapinta.

Circulando en medio de la dictadura peronista, Divito logra imponer su revista no sin contratiempos, entre ellos el gobierno le canjeó el papel por una página de propaganda para la causa de la mujer del dictador que nada tenía que ver con el humor, y le censuran a sus colaboradores.

A fines de la década de 1950 la revista, que se había mantenido fiel a sí misma, comenzó a estar fuera de época. Por lo que en 1972, luego de estar 28 anios en los kioscos, los colaboradores que la siguieron editando durante tres aZos más después de la muerte de Divito, decidieron cerrarla.
Para esa fecha Divito había entrado en la leyenda de la historieta argentina desde aquel 6 de Julio de 1969 en que salió, días antes de cumplir 55 anios, con su Fíat Sport 1500 rojo por una carretera brasilenia, cerca del pueblo de Lajes, en el Estado de Santa Catalina, y se estrelló contra un camión.


* Las increíbles "chicas"

Pero serían las curvilíneas "chicas" que Divito dibujaba para las tapas de Rico Tipo las que le dieran fama como dibujante. Corporizando el imaginario colectivo de toda una época, sus "chicas" de anchas caderas, cintura de avispa, prominente busto, leoninas cabelleras e imponentes piernas de angostos tobillos, traslucían la moderna sensualidad.

Emancipadas, vestidas con ropa de avanzada (minifaldas, bikinis, generosos escotes) y accesorios poco comunes en ese momento (grandes lentes ahumados, desmedidos cinturones, adornos en el cabello), sostenían en sus chistes hirientes diálogos en los que cada una quería desenmascarar a la otra, o las dos hablando mal de una tercera. Criaturas imaginarias, cuya acción se ubicaba en playas sofisticadas, yates, lugares lujosos, no pertenecían a ningún sitio en particular más que al deseo del lector.

* Divito y la moda

Poco tiempo antes, las portenias más audaces, que aún no se habían atrevido a soltarse el pelo ni a llevar polleras cortas, cambian con la aparición de esas "chicas" de inexistentes siluetas que ilustran las portadas de Rico Tipo. A través de ellas, Divito causó un notable efecto sobre la moda, a pesar de que las "chicas" estaban dibujadas con una silueta muy opuesta a la de las modelos.

Trascendiendo las páginas de Rico Tipo, las "chicas" lograron convertirse no sólo en el ideal anatómico de las mujeres portenias de la década de 1940, sino que instauran una línea de vestimenta. Las jóvenes buscan parecerse a ellas y las modistas copian su ropa. Sin proponérselo, Divito crea y dicta la moda desde las páginas de su revista.

Su repercusión en la moda fue tal que trascendieron las fronteras argentinas, al extremo de que en 1947 la revista norteamericana Time publicó un artículo en el que aseveraba que "para una chica trabajadora de Buenos Aires, Divito es una autoridad de estilo más que Christian Dior".
Pero no son las mujeres la únicas afectadas por "el estilo Divito". También los hombres, que siguiendo la caricaturización de la moda masculina del momento, exageran el largo de sus sacos y alargan el tiro de sus pantalones de tal modo que parecen tener la cintura en el pecho.


* Tangueros, Divitos y Petiteros

Un fenómeno curioso aparece en la década de 1950. Divito marca la moda del vestuario del tango cuando los tangueros se ven influenciados por sus dibujos con la aparición de los "divitos" y los "petiteros", personajes que definirían su vestimenta.

Los petiteros -nombre derivado del Petit Café de la Avenida Santa Fé, lugar considerado por ellos como el súmmum de la distinción- son jóvenes de clase media que en su deseo de diferenciarse de los tangueros de su barrio, copian la forma de vestir de la clase alta del Barrio Norte, pero llevando sus rasgos a la exageración: saco demasiado corto, pantalón bombilla, corbata de lana y ajustada traba. El detalle importante: los zapatos "Elevantor", que no sólo ayudaban a los bajitos a disimular su altura sino que eran típicos de los tangueros, fueron reemplazados por mocasines.

En contraposición, los divitos eran, esencialmente, los tangueros de barrio, que comenzaron a usar saco cruzado en extremo largo y de un solo botón, solapas muy anchas, pantalón bombacho con alta y estrecha botamanga, camisa de cuello alto, corbata vistosa, tiradores, panuelo en el bolsillo, flor en el ojal, tacones militares y peinados a la gomina.

No fueron ajenos a esta transformación los dibujos de Calé, que satirizó la vestimenta del mundo portenio "en camiseta".

* Entre playboy y bohemio

Divito fue un refinado solterón que mezclaba los rasgos del playboy con los del bohemio. Al mundo del playboy pertenecen sus autos de dos puertas ("los de cuatro son para taxis", dijo en una oportunidad), los yates, los viajes; al del bohemio, cierto circuito de la noche portenia, la camaradería con periodistas y dibujantes, el ejercicio de la amistad.

Las fotos que ilustran un artículo de la revista Dibujantes lo pintan de cuerpo entero. Contrariamente a los artistas que son fotografiados frente a su tablero de dibujo, las fotos de Divito lo muestran en el jardín de su quinta con su perro Tiberio, recostado en un sillón fumando en pipa, cuidando sus plantas...

Divito cultivó su propia imagen: vestía buena ropa, siempre llevaba su pipa, y acostumbraba tener a mano un vaso de whisky, del que casi nunca bebía porque según sus palabras: "Al final de la noche las mujeres no se van con los borrachos".

Los portenios lo veían tarde por las manianas tomando un café antes de ir a su oficina en "La Veredita", luego conocida como "La Biela" de La Recoleta, comiendo en la "Munich" o por las noches en "Reviens" de Olivos. Escuchaba jazz, sobre todo a Stan Kenton, uno de los músicos preferidos de Piazzolla, coleccionaba barcos en botellas y hacía modelos en cerámica. Amante de la vida nocturna, fue duenio del famoso club nocturno "Zum Zum" (la leyenda dice "Mau Mau") de Buenos Aires.

La nota necrológica de Rico Tipo, escrita por Ángel Aboy, lo describe como a un "enemigo acérrimo de la seriedad, de la melancolía, de los tonos grises". Landrú, su colaborador, colega e íntimo amigo, a su vez manifestó "Murió soltero y en su apogeo. ¡Cómo Gardel!"!*

9/3/07

Mario Clavell, el cantautor romantico


Por Salvador Atilio Arancio

Mario Clavell es el más prolífico y exitoso autor de música romántica. Con sus boleros, canciones, baladas, tangos y otros ritmos, nutrió en gran porcentaje, el repertorio de los intérpretes más cotizados.

Mario Clavell, autor de bellas canciones vigentes y recordadas, nos habla de ellas, de su permanente actividad y también de su costado tanguero, su admiración desde muy chico y para siempre hacia Gardel. Hace también valoración de auténticas y talentosas figuras del tango, principalmente en el trabajo autora, desvirtuando la falsa antinomia tango-bolero, difundida seguramente por algún mediocre autor, de cualquiera de estos dos géneros.


Lo evaluamos a Clavel como autor inspirado, creador de letras nada vacías de contenido, con un lenguaje de nivel, directo, sin efectos almibarados, coincidiendo con tiempos de renovación, para las letras de la canción ciudadana.

Nos dice Mario Clavell, que sus temas surgen de golpe. Tiene que sentir algo. Una frase oída al pasar, un recuerdo, un perfume que evoca, y creemos que unida a esa manera de sentir, está su capacidad creadora.

A lo ya dicho agregamos esta semblanza de Mario Clavell, que completa en su libro autobiográfico "Somos", igual al título de su bolero quizá más famoso.

Clavel, fue un muchachito que a los nueve a años, se inclinaba por el canto e improvisaba músicas y canciones que canalizaba en los actos del Colegio de curas San José y en la iglesia parroquial. En su familia, el padre gustaba de las zarzuelas, la madre ama de casa, cantaba, él asistía casi diariamente al Cine Americano, de Tandil, vecino de su casa -había nacido en Ayacucho, provincia de Buenos Aires, pero se crió en Tandil. En ese cine trataba de ver todas las películas de Gardel por su admiración hacia su canto. Igual ocurría con muchas películas musicales. Estaba influenciado por la música romántica o melódica que llegaba mayoritariamente de México con Pedro Vargas, Ortiz Tirado, Juan Arvizu, etc. Admiraba a Maurice Chevallier. Compraba "El Alma que Canta" para aprenderse las letras de los temas de moda entonces. A los once años inició sus estudios de guitarra clásica que duraron cuatro años. Aprendió inglés y francés y actuó como solista en distintos festivales.

A los 18 años decidió radicarse en Buenos Aires y por intermedio de un tío materno, se vinculó con Don Montiel en Radio Belgrano, cuyo Director era Antonio Di Lellio. Comenzó cantando acompañado por otros tres guitarristas: Vila, Siasio y Cortese. Al poco tiempo, pasó a actuar como crooner de la jazz de Adolfo Carabelli (antano Zo 1941).

Alternaba sus actuaciones con la escritura de diversos temas, siendo Juan Arvizu el primero que le estrenó uno en 1944: el bolero ¿Por qué?. Al mismo tiempo, se empleó en una compañía de seguros hasta 1946. Se conectó luego con la Editorial musical Julio Korn y comenzaron sus éxitos: Somos, Abrázame así, Quisiera ser, etc.

Estima haber escrito 800 temas, ha editado alrededor de 120 ó 130 y tiene más de 230 grabados. Sus canciones fueron interpretadas por un 70% o más, de los artistas del género. Musicalizó películas y comedias. Amplió su intensa tarea con la realización de giras por las provincias y países como Chile, Perú y Colombia. Se radicó cuatro años en España cumpliendo todo tipo de actuaciones. Chile fue el país hacia donde hizo más giras. La oportunidad de viajar a Cuba, se frustró en su momento, pues se habían iniciado allí las actividades revolucionarias y el gobierno de Batista restringía los viajes hacia la isla caribeña.

Al consultarlo acerca de las producciones musicales actuales de su género, y qué opina al respecto, nos dice que "noto una falta de auténtica creatividad musical. Hoy se fabrica y no se compone". Podemos coincidir porque muchos nuevos cantantes logran éxitos, con temas de hace 30 ó 40 años.

Mario Clavell es un cantautor cuyas canciones, que inició hace más de 60 años, acompañaron al tango en muchas ocasiones mediante distintos artistas!*

2/3/07

Leopoldo Lugones: Vida y muerte de un enemigo del Tango

Por Rodolfo J. Rossi

Leopoldo Lugones nació en la provincia de Córdoba, Argentina, el 13 de junio de 1874, descendiente de familias tradicionales del Perú.

Criado en un ambiente conservador, su madre, doña Custodia Argüello, le enseñó las primeras letras, el miedo a lo diferente, y a desconfiar de todo lo que pudiese modificar su tradicional estilo de vida. Realizó sus estudios primarios en Santiago del Estero y luego viajó a Buenos Aires donde se estableció con sus padres.

Comenzó desde joven a frecuentar a socialista y se hizo amigo de José Ingenieros.

Se casó con Juana González en el año 1896, y de esa relación nació su único hijo, que luego sería famoso por ser el inventor de la picana eléctrica.

Del ideario socialista comenzó a apartarse de a poco porque el Partido estaba formado por gran cantidad de extranjeros, que él detestaba.

Descubrió además, que el verdadero nombre de Ingenieros era Giuseppe Ingignieri Tagliavia, un siciliano despreciable.
En Buenos Aires Lugones asistió perplejo al nacimiento del Tango. Los fantasmas inculcados por su madre reaparecían de manera cotidiana cuando caminaba por la calle Florida. Ante la multitud que lo acompañaba en dicha arteria, Lugones, mancillando su orgullo nacional, mascullaba: "los salvajes italianos están de fiesta".

Dominado por un sentimiento claramente persecutorio es que en el año 1923 pronuncia en el Teatro Coliseo su famosa conferencia sobre "La doble amenaza". Esta era, para Lugones, la izquierda y el liberalismo. Estas dos fuerzas iban a echar a perder a la Argentina si en éste no asumía el poder un líder fuerte, carismático, ungido por el óleo sagrado de Samuel. El quiebre definitivo se produce en 1929, y es cuando para Lugones, un hijo de Belcebú llamado Enrique Santos Discépolo, da a conocer el tango Cambalache. Analizada su letra, Lugones concluye que los italianos y el tango trabajaban de manera objetiva para el triunfo mundial del marxismo. Define la música ciudadana como "ese reptil de lupanar, tan injustamente llamado argentino en los momentos de su boga desvergonzada", y anuncia "ha llegado la hora de la espada".

Autoritario, se opone a los gobiernos democráticos, y es el primer propagandista del golpe de estado que dará el general Uriburu, en septiembre de 1930. Como buen paranoico, Lugones no es ajeno a la megalomanía. Al trabajar para la caída del gobierno democrático, imagina para él un destino de grandeza. Sueña con ocupar un ministerio o, admirador de Mussolini, ser embajador en Italia.

Producido el golpe, Uriburu le destina un papel menor. Le encarga la redacción de algún discurso, y lo confirma como director de la Biblioteca del Maestro. La frustración es mayúscula. La doble amenaza que ha denunciado en su momento, se ha vuelto contra él. Ahora, en su delirio persecutorio, agrega el tango como nuevo elemento. Sus grandes creadores son de origen peninsular, y lo que es peor, llegan al corazón del pueblo.

Una fuerte depresión lo va minando y lo cotidiano se transforma en un infierno.

En ese momento la vida le da una tregua.

Una adolescente, llamada Emilia Cadelago, lo visita en la Biblioteca para decirle en persona que admira al poeta de "Lunario sentimental". Es un amor a primera vista. La invita a tomar una taza de té en una confitería próxima al Palacio Pizzurno, para continuar la velada en un mueble de la calle Paraguay. Sexagenario, Lugones descubre la pasión, su capacidad de sentirla y sufrirla. Cuando cada noche se despide de Emilia, es otro hombre.

Los fantasmas de la depresión han desaparecido, no ve el momento de reencontrarse con su amada, y disfrutar del amor inimaginado. Se olvida de Uriburu, de la doble amenaza, y hasta baila unos tanguitos con Emilia en sus tardes de sexo y bacanal.

Se escriben apasionadas cartas de amor que, para desgracia de ambos, caen en manos de su hijo, buchón, guardián del orden, las buenas costumbres, y de la sagrada familia argentina.

Es jefe de Policía del régimen y un destacado torturador. Por sus manos pasan, para ser debidamente electrificados, todos aquéllos que se resisten al fascismo nacional. Enloquecido por la humana transformación de su padre, Leopoldo hijo se constituye en la Biblioteca del Maestro, exige que rompa de inmediato con su amante, visita a los padres de Emilia y los amenaza con el escándalo.
Lugones, en estado de llanto, obedece su funesto destino y no ve a la joven nunca más. Intuye que su final está próximo, sin Emilia su vida carece de sentido.

Sin embargo, en un acto de grandeza, posterga por un tiempo la decisión final para escribir lo que aún le falta.

Una calurosa tarde de febrero de 1938, en el Tigre, aborda una lancha colectiva de la empresa "La Cachila". Durante las dos horas de viaje por los barrosos arroyos del Delta piensa que, en uno de sus poemas, describe el vuelo del pájaro diminuto que lo lleva hacia la muerte: "un gemidito titila, por el aire donde en vilo, como colgada de un hilo, va subiendo la cachila". Desciende en el Recreo "El Tropezón", donde se unen el Río Paraná y el Canal de la Serna. Un último hecho le irrita. El dueño del lugar es italiano, habla cocoliche y se apellida Giudice. Al otro día será quien lo encuentre muerto. En su declaración testimonial contará que Lugones bajó de la lancha, pidió una habitación, y se encerró en ella. Horas después ordenó un whisky y manifestó que no quería ser molestado. A la generosa medida de alcohol agregó el cianuro que llevaba en el bolsillo.

Su muerte fue espantosa. La tarde siguiente, como no salía de su pieza, el italiano fue a ver qué pasaba. Lo encontró más rígido que nunca.

Cuentan isleros que en noches de invierno, escuchan el rugido del motor de una lancha colectiva. El barco fantasma, que irradia una luz intensa, lleva en su interior a Lugones, taciturno, sentado junto a Emilia.

El Capitán de la nave es Leopoldo Lugones hijo, el torturador. Luce el uniforme de gala de la Armada Argentina y la lancha, después de remontar el curso del arroyo La Yata, desaparece lentamente en la niebla de los Bajos del Temor!#

El Tango en Cortazar

Por Tomás Barna
El hombre siempre encuentra alguna excusa para festejar o recordar un acontecimiento o un personaje querido o admirado. Así, Julio Cortazar, que en la actualidad bien podría tener 90 años y pico, merece, con toda evidencia -por su hombría de bien y su obra magistral- esta recordación.

Como ambos trabajábamos en la Unesco, en París, me pude dar el gustazo de conocerlo personalmente. Allí, donde compartíamos muchos almuerzos durante la década de 1970, hablábamos de cuanto concierne a la vida, al ser humano, a la creación literaria, sin poder soslayar jamás lo atinente a la Argentina, a Buenos Aires y al tango.

En las postrimerías de dicho decenio nos reencontramos en una noche tanguera -siempre en París- con motivo de la presentación de sus tangos con música de Edgardo Cantón. Los interpretaba Juan Cedrón con su cuarteto, convertido en esa ocasión en un noneto donde se destacaban el pianista Héctor Grané (que fuera arreglador y figura relevante de la orquesta de Pedro Láurenz en la década de 1940) y los bandoneonistas César Stroscio, Roberto Caldarella y Juan José Mosalini (que había sobresalido años antes en el conjunto de Osvaldo Pugliese).


En esta obra tanguística Cortázar desnudaba todo su amor y su punzante nostalgia de Buenos Aires -la ciudad que se le había convertido en una persistente remembranza. Como ejemplos que nos hacen vibrar de emoción están sus tangopoemas "Medianoche aquí", "La cruz del sur" ("La mufa") y "Veredas de Buenos Aires" que, en su brevedad, concentra el dolor lacerante de "la búsqueda del tiempo perdido". Así rememoraba Cortázar los años de su infancia en la ciudad amada:


"De pibes la llamamos la vereda
y a ella le gustó que la quisiéramos.
En su lomo sufrido dibujamos
tantas rayuelas.
Después, ya más compadres,
taconeando,
dimos vuelta manzana con la barra
silbando fuerte para que la rubia
del almacén saliera con sus lindas
trenzas a la ventana,
A mi me tocó un día irme muy lejos
pero no me olvidé de las veredas
pero no me olvidé de las veredas.
Aquí o allá las siento en los tamangos
como la fiel caricia de mi tierra.
¡Cuánto andaré por ahí hasta que pueda
volver a verlas!"


Esa magia, esa yuxtaposición de imponderables que llamamos destino hizo -una vez más- de las suyas. Entre un grupo de amantes del tango residentes en París, capitaneados por Cantón, logramos abrir una tanguearía -en el corazón de la Ciudad Luz-, que fue la protección de aquel impromptu cortazariano. La bautizamos "Trottoirs de Buenos Aires" ("Veredas de Buenos Aires"), y Cortázar fue el padrino espiritual de ese ejemplo del tango en París. Y, por supuesto, en la noche inaugural él estuvo presente con todo su entusiasmo sumándose a la oración que cosechaba el Sexteto Mayor dirigido por José Libertella y Luis Stazo. ¡Era el 18 de noviembre de 1981!


Pero ahora vayamos al encuentro de la obra literaria de ficción de Cortazar, la que mucha veces está impregnada de la esencia de Buenos Aires y de su latido tanguero.


Cortázar es uno de los más grandes renovadores de las letras latinoamericanas. Es un maestro de lo fantástico cotidiano. Algunas de sus novelas y cuentos se hallan poblados de fantasmas que él corporiza mediante un sugestivo realismo poético. Su experimento revolucionario en lo que atañe a la estructura novelística -cuyo logro mayor es "Rayuela" (1963)- ya está en germen en su primer libro de cuentos, "Bestiario"-editado en 1951, año en que se traslada a París.


La riquísima galería de persona
jes porteños que presenta en su primera novela, "Los Premios" (1960), también había sido gestada en algunos relatos de "Bestiario", siendo el ejemplo más palpable el cuento titulado "Las puertas del cielo".

El autor indaga en lo complejo de la realidad, busca el reverso de la medalla, la faz oculta de los hechos, de las situaciones, de los seres; y el bestiario no solo desborda de tigres, conejos u otros animales, sino especialmente de "monstruos"... que son los que nos habitan; los que nos convierten en agonistas de esa fauna inquietante.


En el cuento mencionado Cortázar nos introduce, de pronto, en un local de baile de Buenos Aires de los años de 1940 (el Palenno Palace) y nos recrea aquel ambiente, sus tipos, su lenguaje popular matizado con lunfardismos, y nos hace aspirar la atmósfera acre, densa, que envuelve a los personajes que se debaten entre las sombras de la realidad. Y el tango tiene allí sentados sus reales. Al promediar el relato Cortázar presenta este cuadro, diciendo: "Yo lo agarré del brazo y lo puse en camino de una mesa porque él seguiría distraído y miraba el palco de la Típica, al cantor que tenía con las dos manos el micrófono y lo zarandeaba despacito. Nos acodamos contentos delante de dos cañas secas, y Mauro se bebió la suya de un solo viaje.


-Esto asienta al cerveza. ¡Puta que está concurrida la milonga!


Llamó pidiendo otra, y me dio calce para desentenderme y mirar. La mesa estaba pegada a la pista; del otro lado había sillas contra una larga pared, y un montón de mujeres se renovaba con ese aire ausente de las milongueras cuando trabajan o se divierten. No se hablaba mucho; oiríamos muy bien la típica rebasada de los fueyes y tocando con ganas. El cantor insistía en la nostalgia. Se prendía al micrófono como a los barrotes de un vomitorio, con una especie de lujuria cansada, de necesidad orgánica".


Evidentemente Cortázar hace alusión aquí al cantor Alberto Castillo que solía actuar en el Palermo Palace de la calle Godoy Cruz, en los Portones de Palermo, por los años de 1940. Pero el momento culminante de la narración -en cuanto al clima y al espíritu poderosamente tangueros-, siempre en el mismo ámbito (Cortázar lo denomina "Santa Fe Palace"), se nos aparece así: "Anita Lozano recibía ahora los aplausos del público al saludar desde el palco; yo la había oído cantar en el Novelty cuando se cotizaba alto; ahora estaba vieja y flaca pero conservaba toda la voz para los tangos. Mejor todavía, porque su estilo era canalla, necesitada de una voz un poco ronca y sucia para esas letras llenas de diatriba. Celina tenía esa voz cuando había bebido; de pronto me di cuenta como el Santa Fe era Celina. Se le veía en las caderas y en la boca; estaba armada para el tango, nacida de arriba abajo para la farra. Por eso era necesario que Mauro la llevara a los bailes; yo la había visto transfigurarse al entrar, con las primeras bocanadas de aire caliente y fueyes. A esta hora, metido sin vuelta en el Santa Fe, medí la grandeza de Celina, su coraje de pagarle a Mauro con unos años de cocina y mate dulce en el patio. Había renunciado a su cielo de milonga, a su caliente vacación de anís y valses criollos".


El pasado es un orbe cargado de imágenes familiares con las que el porteño o aquel ser identificado con Buenos Aires se reencuentra a menudo para retomar aliento tras su lucha sin cuartel contra el tiempo que lo agobia.

¡Cómo no iba a ser, entonces, el tango un tema visceral de la narrativa argentina, si el tiempo es su propia esencia temática! Era ineluctable, por lo tanto, que la literatura argentina -a través de todos sus géneros y de escritores de la magnitud de Borges, Sábato, Gálvez, Marechal, Arlt, Kordon y Cortázar, entre otros- contribuiría a inmortalizarlo!#

1/3/07

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